No tengo preparación en ningún estilo de escritura. Siempre la he utilizado para contar historias, desde niña, la mayoría de las veces con un toque de humor. Mi historia de vida me llevó a descubrir que cuando escribo me libero: puedo tener la bruma emocional o mental más densas, pero al dejar que fluya esa bruma por mi cuerpo, dejando que viaje por mis brazos, mis manos, mis dedos, y hacer uso de mi banco mental de vocabulario para finalmente plasmarla en papel hace que sienta una ligereza que me detiene hasta las lágrimas.
Ese banco mental de vocabulario es el color de la tinta con la que escribo. Cada palabra dentro de ese vocabulario contiene mi esencia, a la que doy forma al construir frases, ideas. Me provoca una sonrisa pícara el compartir que las palabras soeces que forman parte de ese vocabulario son muchas, tal vez para muchas personas son reprobables e inaceptables a la lectura, a la escucha, pero para mí representan tintas fuertes, en otra gama de tonalidades, que de la misma manera pueden contener mi esencia, la completan, le dan otra forma, otra dimensión, otro acabado. Al mencionar la esencia que plasmo, me refiero a ideas en su sentido más completo: pensamientos cargados de emoción, de perspectiva, de sensibilidad. Lo que escribo encapsula en algunos textos escenas de mi vida; en otros sueños y fantasías que no han llegado a ejecutarse en ella, experiencias que quiero congelar para luego abrir los lugares donde las expreso, releerlas y estremecerme de nuevo.
Hay tantas capacidades dentro de nuestra humanidad, fuera de las físicas, eso que somos capaces de sentir al ser expuestos a lo abstracto; cosas maravillosas y a veces horrorosas, pero que alimentan nuestra mente y nuestro espíritu y lo que resulta de ello nos hace crecer y ver la realidad con otras tonalidades. Si tenemos todo esto revoloteándonos por dentro, ¿por qué no usarlo, aprovecharlo? ¿Por qué no dejarnos estimular? Definitivamente está en la lista de mis deseos de vida.
De nuevo, no soy experta en el arte de escribir, pero creo saber utilizar -mis- palabras adecuadas para expresar lo que soy, lo que pienso y siento, y es mi opinión que no hay una forma “profesional” de hacerlo cuando se trata de textos personales, de las propias creaciones. Porque lo que expreso viene de mí, y la intención primera es que sea para mí. Lo siguiente es que provoque algo en ti, si tú así lo decides. Si muchas veces siento cosas tan bonitas, quiero que tú también las sientas. Si quiero moverte hasta las lágrimas, tú también decides si te dejas. Y mi favorita: si me cago de risa, ¿por qué no provocarte lo mismo?
Por último, escribir siempre ha sido un sueño para mí, de las cosas que me producen infinito placer. He sido emprendedora, comencé a estudiar una segunda carrera ya en mi vida adulta en algo diametralmente opuesto a la primera sólo por puro amor al conocimiento. Laboralmente he migrado de ser vendedora a convertirme en programadora. Me encantan los idiomas, el cine, la música, la literatura, adoro la idea de tocar el piano y ya también lo haré con (mayor) fluidez. Tal vez en nada seré la mejor pero ¿por qué habría de detenerme eso?
Hay tantas cosas en esa lista de deseos y pasiones en mi vida, y quiero abrazar lo que pueda, lo quiero desmitificar. No me tengo que especializar en nada, no tengo que hacerlo ni ser perfecta, simplemente quiero gozarlo todo.
Querer lo mismo para ti esta también en la lista.
Así que, espero disfrutes mis textos, que todo lo anterior son mis pretextos.
Con cariño,
Barbara
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